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En Conmemoración al Asalto al Cuartel Militar de Madera



Reseña Las mujeres del alba.


Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler,

me duele hasta el aliento.

Miguel Hernández


Si la literatura es un árbol frondoso que da sombra a la existencia humana, el rio subterráneo que alimenta sus raíces, es el que hace florecer la ausencia. Miserable será la condición de la escritura si sólo reproduce las muecas de la realidad, en cambio cuando la literatura posibilita la irrupción de las otras voces; que han sido acalladas por el poder y la uncial historia, entonces está cumpliendo con una de sus funciones centrales, dar testimonio del tiempo.


Las mujeres del alba (2010) novela póstuma del Maestro Carlos Montemayor es un estuario donde desembocan dos obras que le preceden “Las armas del alba” y “La fuga”. El horizonte temático sigue siendo el mismo, a partir del testimonio oral elaborar una reconstrucción literaria de los hechos vinculados a la guerrilla.


Pero Las mujeres del alba, es una apuesta aún más polivalente en cuanto a matices y piezas de rompecabezas ensambladas. A través de la voz de 16 mujeres, Montemayor da cuenta de esa otra historia de quienes vivieron no sólo el asalto al cuartel de Madera Chihuahua, sino del complejo entramado de sentimientos, presagios y consecuencias que hay detrás de este hecho.


Fiel a la conseja –tan elemental como pisoteada- de que la única obligación de la literatura comprometida es estar comprometida con la calidad. Montemayor jamás cae en el chantaje meloso que termina desplazando lo testimonial para llevarlo al burdo panfleto. La raíz de las mujeres del alba no es ideológica, sino que trata de entrar a los vericuetos de la condición existencia que se asoma en los diversos matices del habla de las protagonistas.

Albertina nos narra con el inquebrantable tono de la Adelita norteña “Sin poder llorar como quería, porque no deseaba darle a los soldados la satisfacción de verme llorar, de mostrar mi sufrimiento, de que se mofaran del dolor” (37).


En todos los personajes se aprecia el tono del orgullo por los combatientes en Madera, pero la condición humana deja también abierta la puerta para otros sentimientos, se aprecia también la incertidumbre que muerde con fuerza a la utopía, en “Alma la madre” “Era el epílogo de tanta persecución, de tantas idas y venidas a la cárcel. Nunca pensé que íbamos a salir victoriosos ni que él iba a realizar los sueños que buscaba” (67) La bandera de la utopía que el doctor Pablo Gómez porta en público, en la esfera privada aparece con algunos girones. Mientras la izquierda llora en la plaza pública la pérdida del Doctor Pablo Gómez Alma la madre, en privado vivirá la persecución y el tener que sacar adelante sola una familia. Por eso se pregunta desgarrada en medio de un hogar de huérfanos: “Bueno ¿y ahora qué?” Me había muchas interrogaciones a mí misma. “¿Qué ganamos con esto? ¿Qué se resolvió?” Ante el resquebrajamiento del sueño pisoteado por el poder y las fosas comunes, hay también un tono de reclamo interno léase por ejemplo en Albertina al dirigir su monólogo a su hijo “No soy fuerte como tú, soy débil. Perdóname, hijo, no pude cambiar el mundo, rescatar tu cuerpo y aliviar tu partida, Me faltó tu fuerza con la te propusiste que el mundo cambiara, que fuera mejor”


En lo literario dos personajes destacan por su construcción, “Monserrat la hija” la cual narra los hechos desde la voz de un niña de 11 años, ante la complejidad de la tarea Montemayor sale invicto alcanzando expresiones de ternura que conmueven al lector. En Monserrat se escucha el eco de “Cartucho” de Nellie Campobello.


En Herculana aparece la construcción de un personaje que sintetiza al pueblo; su sencillez y su palabra puntual para señalar las cosas, Montemayor deja de lado la “correcta prosodia” y recoge un habla espontánea: “Pero los profesores y los estudiantes saben lo que dicen, como estudiados que son. Quieren defender al pueblo y el pueblo se esconde. Los grupitos de hombres huevones estaban en las esquinas, viendo de lejos” (61)


Pero habrá que acotar algo, el genero testimonial en su intención lleva también su señalamiento. Parte del supuesto de que el testimonio oral es susceptible a ser recogido por el letrado para ponerlo en juego en el discurso literario. Se trata de hacer un filtro que legitime y de voz en la escritura.


Por eso toda construcción testimonial es literaria, esto es ficcional, la voz del escritor es cedazo y filtro, esto en el caso de Montemayor se aprecia en la extensión de su poética, que pone en la garganta de muchos de sus personajes, donde pierde verosimilitud a cambio de lo literario “Oigo los resoplidos ocasionales de caballos y el olor a ganado que crece de pronto, como un vaho que vigila y recorre la tierra. Otra vez la lluvia intenta retornar; se escucha, suavemente, la caída de nuevas gotas. Pareciera que la noche me observa. Que ambas sabemos que estamos juntas” (127)


Hay tras esta mano que escribe la reseña otro río subterráneo, el de gratitud por el ejemplo moral, la honestidad intelectual y el apoyo que siempre recibí del Maestro Carlos Montemayor, quien frente a la enfermedad tuvo la entereza de un fuerte álamo para dar sombra a los suyos y vivir en cada hoja de sus entrañables libros.


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