Reseñas
Carlos Montemayor.
Ramón Gerónimo Olvera, quien trae la vena poética de herencia, hijo del gran poeta Ramón Olvera Cobos, creador de Celeste Trigo entre otros libros. Ramón Gerónimo es poeta de tonos humanísticos y filosóficos, trae consigo el rigor de la buena poesía, pues seguramente creció en un entorno impregno de palabras, metáforas y versos alados, difícil carga que lleva sobre sus hombros.
Chihuahua siempre ha sido reacia a la cultura. Celebro la presencia de Ramón Gerónimo. Como en esos estados tan difíciles, tan reacios, como la terquedad y la voluntad no ceden y ahora hay un parralense más. [Como se] crea un poeta a sus escasos años de escritor y de vida, dueño de una conciencia del lenguaje y un ritmo de verso, de una limpieza que pareciera simple pero que es laboriosa y minuciosamente elaborada. Es el inicio -espero- de una gran literatura mexicana.
A veces la poesía es un encomio a la vida. O aparece como un conjuro o una voz que se une a la hoguera de voces de la especie. En otras ocasiones la poesía aparece como un secreto camino para comprender la vida, para traer a la luz el silencio oscuro donde nuestra conciencia nace, donde caen como gotas luminosas sus instantes. Cuando esto sucede, entonces la poesía no habla de la vida, sino con ella, desde ella; es un eco remoto de las cosas que desde el fondo de la conciencia nos llaman y que sólo entendemos con lo que intuimos, con lo que presentimos, acaso con el mismo sigiloso silencio con el que se cubre el ser para explicarnos, más allá de los pensamientos y los recuerdos, el milagro de comprenderse vivo. Así, cada verso es un diálogo, un soliloquio, una reflexión. O una forma de conocimiento, porque quizás el poeta escribe para comprender. Cada verso es un paso que se agrega a ese quieto manantial del milagro. Este es el impulso, la interioridad donde busca la gran poesía Ramón Gerónimo Olvera, donde espero que permanezca y se acreciente su voz.
Enero 18 de 2004.
Benito Taibo
Ramón Gerónimo Olvera refiere, infiere, hacer saltar entre sus líneas, a esos otros poetas que queremos y que con su exacto quehacer, su lúcida palabra, su sonoro clarín que llama a la batalla, nos arropa, nos besa en la fernte, nos da la palmada en la espalda para dar el siguiente paso hacia adelante Y con sus propias letras, abona en la esperanza. Clara, fuerte, contundentemente. No le sobra a su libro ni metáfora ni arquitectura innecesaria. Dice y dice asombrosamente bien lo que pensamos otros.
Este es el principio básico de mirar en el espejo para encontrarse a sí mismo, le confiere a su poesía virtudes insospechadas, sonoras, tan sensatas, que por fuerza, hay que quererlo.
Elemental, mi querido Ramón Gerónimo. Me conmoviste. Allá tú y tu buena cabeza.
Carlos Torres
Estimado Ramón, acabo de terminar hoy, día festivo en Colombia, la lectura, lenta y completa de tu libro ' Apuntes para la luz mojada' . Además de una bella edición, de los dibujos a tinta del maestro Héctor Barrón, tus poemas están de madre. Los leí con cuidado, creo que tienen una unidad, que tienen en el alma la ironía que requiere la contemporaneidad para burlarse de la poesía, siendo ella misma. Creo que la palabra allí denota ese vivir en el filo de todo: del amor, de la venganza, de la desilusión de la búsqueda de una forma de salir de la nostalgia. Me gustaron muchos, ese dedicado a tu mujer, ese esa lección para no fundar una ciudad, o el viento León Felipe, ese otro, confesión con cargo de conciencia tiene un tinte distinto.
De cualquier forma, ándale, un abrazo y pongo el libro en el lugar adecuado, junto al otro tuyo, brindo por tu poesía y me sirvo un vaso de vino. Un abrazo y saludos a Patricia y al cuate.
Bogotá Colombia
Ainhoa Vásquez Mejías.
Sólo las cruces quedaron. Literatura y narcotráfico del académico Ramón Gerónimo Olvera se ha convertido ya, a casi diez años de su publicación, en un clásico imprescindible en los estudios sobre narcocultura. Ante un mercado editorial todavía incipiente en los temas narcos, Olvera fue capaz de reconocer con anticipación que esto se convertiría en un nuevo boom latinoamericano. Pionero en la investigación sobre la literatura del narcotráfico este libro analiza con inteligencia, objetividad y mucha gracia novelas de México, Colombia, España y Estados Unidos –hoy ya parte del básico narcocanon– para desmitificar el hecho de que el crimen organizado sólo puede ser latinoamericano y se propone encontrar ejes comunes en distintas latitudes que van más allá del prefijo “narco”, el que problematiza para justificarlo en nuestra irremediable voluntad de archivo.
Este libro cuestiona los narco-conceptos, la literatura, la cultura, el narcotráfico, el papel de los gobiernos en este problema, a la sociedad entera. “No le pidamos a quien huele todo el día la mierda que nos hable de la fragancia de las rosas”, nos dice Olvera con sarcasmo, invitándonos, así, a oler esa mierda sin perfumes, a enfrentarnos a esta realidad tan difícil de ver y sobrellevar, pero que en este estudio, al menos, se hace un poco más sencillo de leer gracias al humor con que está escrito.
Ignacio Solares
Este libro es como ya he mencionado, deslumbramiento y también descubrimiento, donde el dolor aparece como flor abierta que es entregada a la mujer o mujeres, con trazos luminosos que atraviesan la poesía de Olvera; van con la fuerza del desencanto, con el entusiasmo de la vida, con el vigor que despiertan los deseos.
Estamos aten un poemario en el que la culpa, la inocencia, el dolor, la pérdida, la incertidumbre, la esperanza, la fe, la dolencia…. Son los elementos creativos, moldeados con fino acento. Pero también, la voz es de gran importancia, pues vienen a ser como un gran estereograma: Al leerse en voz alta, cada poema crea escenas de gran seducción en la memoria.
Fernando Hernández González
El insomnio de clío. Ensayos sobre Fuentes Mares y Solares (Editado por Colección Flor de Arena y la Universidad Autónoma de Chihuahua, 2013) es un libro amical, fraterno, lleno de una prosa vivaz y atrevida. Como un irónico delator, Ramón Gerónimo, sin proponérselo nos revela las conspiraciones de la historia oficial y sus mitoides, los contrasentidos de la historia académica y sus benditas “verificaciones”. Lejos de todo esto, la historia con minúscula se nos presenta sin tapujos, como un juego de artificio, como una estetización de la seriedad del discurso historiográfico y de la “alta” política revolucionaria. No se confunda el lector, no está frente a una investigación rigurosa. Se trata nada menos que de una historia con insomnio, que deambula de aquí para allá y que, como lo ha dicho Cioran, viene a “sacudirnos nuestra carne y orgullo”.
Qué delicia es constatar, bajo esas risas secretas y delatoras, la complicidad con que Olvera lee a dos de sus grandes maestros que en voz baja le murmuran: “la historia no es más que un relato”.